La Morenita
Apenas 10 años después de que llegaron los españoles a México, un indígena chichimeca, Juan Diego Cuauhtlatoatzin (el águila que habla), tuvo su primer encuentro, el 9 de diciembre de 1531, con una hermosa dama, con rasgos indígenas como el, quien le habló en náhuatl y le llamó "hijo".
Esa Señora, la Morenita del Tepeyac, dejó su imagen impresa en el ayate de Juan Diego, una tilma hecha con fibra de maguey y tejido ralo, que ha sobrevivido milagrosamente por más de 500 años, pese a que durante los primeros 200 no tuvo protección alguna y les era permitido a los fieles tocarla. A lo largo del tiempo se le han hecho gran cantidad de estudios, sin que se encuentren bases científicas que expliquen su naturaleza. En 1936 se le enviaron al Dr. Ricardo Kuhn, Director del Departamento de Química de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, y Premio Novel de Química en 1938, dos fibras del ayate de Juan Diego: una de color rojo y otra de color amarillo, con objeto de que las analizara para determinar la naturaleza de los pigmentos. Su dictamen, rendido sin previo conocimiento de la procedencia de las fibras, fue el siguiente: ".. en las fibras analizadas, una roja y otra amarilla, no existen colorantes vegetales, ni colorantes animales, ni tampoco colorantes minerales".
Esta Señora, nuestra Señora, se mostró como indígena y habló en náhuatl. No se presentó a los obispos españoles quienes explotaban la "franquicia" de la religión católica en la Nueva España, ni habló en castellano o en latín. Encontró en Juan Diego a la persona más digna de ser su mensajero. Ese "indio" humilde y orgulloso que representa la parte indígena de nuestra sangre mestiza. Aunque sea sólo por eso debemos sentirnos bendecidos los mexicanos. Ella eligió a México para dejar su huella milagrosa. Los mexicanos somos mucho más que narcotraficantes violentos o políticos rapaces y mediocres. Nuestro espíritu es enorme y debemos sacar la casta y sentirnos orgullosos. La Morenita vino a vernos... por algo será.
Esa Señora, la Morenita del Tepeyac, dejó su imagen impresa en el ayate de Juan Diego, una tilma hecha con fibra de maguey y tejido ralo, que ha sobrevivido milagrosamente por más de 500 años, pese a que durante los primeros 200 no tuvo protección alguna y les era permitido a los fieles tocarla. A lo largo del tiempo se le han hecho gran cantidad de estudios, sin que se encuentren bases científicas que expliquen su naturaleza. En 1936 se le enviaron al Dr. Ricardo Kuhn, Director del Departamento de Química de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, y Premio Novel de Química en 1938, dos fibras del ayate de Juan Diego: una de color rojo y otra de color amarillo, con objeto de que las analizara para determinar la naturaleza de los pigmentos. Su dictamen, rendido sin previo conocimiento de la procedencia de las fibras, fue el siguiente: ".. en las fibras analizadas, una roja y otra amarilla, no existen colorantes vegetales, ni colorantes animales, ni tampoco colorantes minerales".
Esta Señora, nuestra Señora, se mostró como indígena y habló en náhuatl. No se presentó a los obispos españoles quienes explotaban la "franquicia" de la religión católica en la Nueva España, ni habló en castellano o en latín. Encontró en Juan Diego a la persona más digna de ser su mensajero. Ese "indio" humilde y orgulloso que representa la parte indígena de nuestra sangre mestiza. Aunque sea sólo por eso debemos sentirnos bendecidos los mexicanos. Ella eligió a México para dejar su huella milagrosa. Los mexicanos somos mucho más que narcotraficantes violentos o políticos rapaces y mediocres. Nuestro espíritu es enorme y debemos sacar la casta y sentirnos orgullosos. La Morenita vino a vernos... por algo será.
Comentarios
Publicar un comentario