Cuando un amigo se va

Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío…cuántas veces habré escuchado a Alberto Cortés con esta canción sin fijarme realmente en la letra. Ayer, mientras manejaba rumbo a la funeraria a decirle el último adiós a ese señor fuera de serie, el inigualable Payo Estardante, puse por fin atención a la letra. 
El dolor era tan intenso, que no me permitía pensar con claridad y, a pesar de que deseaba expresarle mi enorme gratitud por haberme permitido disfrutar de su amistad, de su música y de su incomparable sentido del humor, en esos momentos sólo podía llorar la pérdida de ese entrañable amigo.



Quienes tuvimos la suerte de convivir con él, sabemos que era alegre, cantador, a veces rezongón, con un corazón del tamaño de la luna…¡todo un tipazo!. Un maldito cáncer nos lo quitó, pero no lo venció porque hasta el último momento estuvo bromeando. Era el líder de Los 4 Fantásticos, un pequeño grupo formado por su compadre y compañero desde el kínder, Humberto Ruiz; su otro gran amigo, herencia de la Prepa Uni-Son, Rodolfo (Fito) Munguía y yo, que creo que vine a integrarme con ellos por cuestiones de equidad de género. Nos reuníamos los cuatro para cantar y cuando el Fito le preguntaba en qué tono quería que le acompañara una canción le contestaba tirado de la risa: “en el que quieras, al cabo que yo la voy a cantar en el que me de la gana”.
Hoy nos quedamos mochos. Nos falta un brazo y un pedazo de corazón. Nos falta el Payo, “el Payito” como le decía a veces y nos deja con un enorme vacío. Sabemos que ya vuela libre, que ya no tiene dolor, que debe haber buscado a su ídolo John Lennon en cuanto puso un pie en el cielo y que debe haber cantado a dueto con él su canción favorita: Imagine ….en el tono que sea… sabemos que está mejor. Pero ¿cómo nos quitamos este dolor en el alma por su ausencia?


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