La Papú

Es la hermana más pequeña de doña Arminda. Fue algo así como el pilón de una familia de siete, todos con fuertes personalidades y mucho talento musical. Doña María, la mamá, educada por sus padres en el más puro estilo tradicional, pensaba que el papel de las mujeres era atender a los varones y así lo impuso también en su propia descendencia. Las tres hermanas debían respeto y sumisión a sus cuatro hermanos. Doña Arminda no tuvo mucho problema con esto, pues al ser la mayor, se casó pronto y salió del ámbito familiar. La segunda, María Elena, también se casó pronto y se libró de esa carga... fue a la Papú, muchos años más chica, a quien le tocó lidiar con esa cruz. Dueña de una belleza extraordinaria, recibía halagos y atenciones al por mayor, pero eso no impedía que tuviera que mover catres y atender hacendosa a sus hermanos... situación que nunca aceptó del todo y la convirtió en una defensora convencida de la igualdad de género.


Empezó a trabajar muy jovencita y destacó por su gran sentido de responsabilidad y capacidad de análisis. Estas cualidades le llevaron a entregar su corazón y su vida a un hombre extraordinario en todos los sentidos, Carlos, un atractivo abogado dueño de una inteligencia superior, idealista y de gran generosidad. Juntos formaron una familia unida, que los han llenado de nietos y los han convertido en los típicos abuelos que, orgullosísimos, no dudan en presumir sus increíbles hazañas.


Su casa ha tenido las puertas abiertas a cada miembro de esta gran familia que, en diferentes momentos ha necesitado de su apoyo. Han sido padres sustitutos para la mayor parte de sus sobrinos y con amor, han dado cobijo en navidades y celebración de fechas especiales a quienes pasan por un momento de vulnerabilidad.


A la Papú, su gran sueño de sanar enfermedades del cuerpo y alma, la ha llevado a investigar con denuedo todo tipo de síntomas y métodos terapéuticos. En su momento ocupó un cuarto de su casa a recibir a familiares que atendía encantada. Así ha ido adquiriendo equipo de diagnóstico y curación que ha instalado en su flamante oficina/consultorio en donde se le puede ver feliz y realizada.


Los García de León les reconocemos a los dos su gran solidaridad y amor y desde el fondo de nuestro corazón les decimos ¡GRACIAS!, así con mayúsculas. Han sido una bendición más en nuestra vida.


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