Los Apson

Fueron compañeros entrañables de nuestras vidas adolescentes. Creábamos códigos “secretos” con sus canciones; así, cuando le queríamos decir a ese alguien especial, que lo habíamos cachado en una mentira, tarareábamos “no hay amor… ya no hay nadie sincero…”, o, mirando a los ojos del galán , prometíamos desde el fondo de nuestro corazón “jamás corazón, me apartaré de ti…” y si por alguna razón nos llegaban a separar algunos kilómetros, le implorábamos a la “triste luna, tú que lo ves, hazle saber, que lo espero volver llena de ansiedad…”. A nuestros gloriosos 14 años todo era intensidad, el amor que sentíamos nunca nadie lo había sentido, y no había emoción comparable a la de bailar en una superficie no mayor de 15 X 15 cm, escuchando “a veces lloro…”

A medida que fuimos creciendo en edad y en responsabilidades, la música de Los Apson siguió con nosotros, remitiéndonos a tiempos felices, muy felices, cuando las mariposas en el estómago eran cosa de todos los días y nuestras penas de amor eran irreparables. Sus canciones eran infaltables en nuestras reuniones, al grado que ese gusto brincó de generación y así, Señor Apache formó parte del repertorio de nuestros hijos, junto con Timbiriche y Parchís.

Muchos años han transcurrido desde aquellas épocas… pasamos de Mocedades a Serrat, Milanés, Sabina…. mantuvimos el gusto por los boleros y… ¡claro, Los Apson! . Me pregunto si ellos, a estas alturas, tendrán idea de lo importantes que han sido para varias generaciones y lo agradecidos que estamos con ellos por todas la emociones que nos hicieron vivir.

Por eso, ahora que escucho a mi nieto de 10 años cantar “cuando apenas era un jovencito..” pienso: ¡una generación más…. lo bueno, perdura!

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