Ella

Se habla mucho acerca de primer amor, el de las mariposas en el estómago y las estrellitas en la mirada, aquel que, más que una realidad, es un sueño infantil, lleno de ilusiones muy parecidas a las de los cuentos de príncipes azules y princesas que bailan entre nubes de algodón.  Ese primer amor generalmente termina plantándonos en la realidad, la dura realidad en donde el príncipe no es tan azul ni las nubes son de algodón. Algunas veces ese amor madura y crece... otras, se marchita y muere.

Cuando esto sucede, sentimos que ya se terminó para nosotros el tiempo de las ilusiones rosas. Pensamos que, si tenemos suerte, volveremos a sentirnos bien en compañía de alguien y hasta podremos compartir una pasión, pero ¿de maripositas?...¡nada!

Sólo algunos afortunados llegan a experimentar nuevamente todas esas emociones que parecían olvidadas y bordan con puntadas muy finas un sentimiento nuevo y viejo a la vez que los cala hasta la raiz y los lleva del infierno al cielo con una sola mirada. Los sentimientos de un hombre maduro que tuvo la suerte de vivir esa experiencia, fueron plasmados en el escrito que a continuación reproduzco:

Ella 
En su expresión hay algo que atrae a los demás: algo lleno de sensualidad, como si fuera pelando con dulzura, capa a capa, el corazón de quienes la rodean.  Y nos saca de lo más recóndito de nuestras almas, lo que verdaderamente somos. Por eso la buscamos, porque con sólo un leve y sutil movimiento de sus labios, propio de sus cambios de expresión, surge la tenue luz que se le enciende y apaga chispeante en el fondo de sus pupilas. Esa luz nos atrapa, nos hace sentir recuerdos vagos de la llama de una pequeña vela temblando en un rincón de una habitaón oscura, larga y estrecha.

Si te toma de la mano, aunque sea por tan sólo unos segundos, sabrás que es un tacto diferente a cualquier otro que hayas experimentado después. Es simplemente una mano cálida como de niña de doce años; pero en aquellos cinco dedos y en aquella palma se encuentran, como en un museo, como en una biblioteca, todas las cosas que yo he querido saber, todas las cosas que tenía que saber. Durante esos pocos segundos, he tenido la sensación de haberme convertido en un pajarillo perfecto. Esa certeza me deja sin aliento, me estremece. Pero esto es algo que no podría contarle, quizá porque no es posible expresarlo con palabras.

Es posible que se trate de un amor platónico, de un amor imposible. De lo que no hay duda es de que se trata de un gran AMOR.

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