Una Mula

La madre de mi abuelo, doña Manuelita fue un personaje increíble -en estos tiempos dirían que fue una mula- que sembró la semilla de su rebeldía, sus sueños y su vivir intenso en las siguientes generaciones de su familia.

Fue la tercera hija de don José Sardaneta, un señor muy serio que llevaba con orgullo el recuerdo de su propio abuelo, el Marqués de Rayas. Aunque los títulos nobiliarios ya no tenían validez en su época, don José planeaba matrimoniar a sus tres hijas, de reconocida belleza, con miembros de la nobleza europea y así para Manuelita, que sólo contaba con 13 años, fue elegido un italiano de rancio abolengo.

Evidentemente don José no alcanzó a dimensionar el carácter indomable de su hija, quien al enterarse de los planes de su progenitor, convenció a Mariano, un joven formalísimo en quien Manuelita había depositado sus sueños románticos, a que huyeran juntos, muy lejos de la influencia paterna. Así lo hicieron, y Mariano fue y depositó a la rebelde y virginal jovencita en la casa de su madre, una indígena purépecha que no hablaba el castellano, mientras ella llegaba a la edad requerida para poder casarse.

Y como en los cuentos de hadas, se casaron y hasta donde yo se, fueron muy felices... y tuvieron muchos hijos, entre ellos, mi abuelo, don Raymundo. Cuentan que en la casa paterna de Manuelita -que ahora es museo, en la ciudad de Guanajuato-, ronda el espíritu de quien fuera la oveja negra de la familia y cuyo nombre jamás volvió a pronunciarse en esa residencia, por ordenes del ofendidísimo y dolido don José... Algún día iré a buscarla, con suerte la veré y a lo mejor hasta le reprocho su legado,  pues soy heredera indiscutida de su caracter rebelde e indomable. Una mula bronca, según mi sufrido papá.

Aunque se que doña Manuelita se reiría de mis reproches, si debo agradecerle el invaluable regalo que me hizo: su vivir y disfrutar intensamente cada minuto, el enfrentar la vida con alegría y esperar de todos lo mejor... aunque confieso que a veces me llega a invadir alguna nube negra de pesimismo  -tal vez herencia de mi antepasada purépecha-, siempre termina dominando la mula... ¡Gracias pues Bisabuela... esta mula se inclina ante ti!



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