El Festejo

¡Y llegó el festejo! había que hacer intensos ejercicios de imaginación para reconocernos bajo las arrugas y los kilos que se empeñaron en transformar nuestras fisonomías a lo largo del tiempo. A los caballeros les creció la frente hasta casi confundirse con la nuca y aquellas largas melenas que eran el sueño de todas las adolescentes de la epoca -y la pesadilla de los padres-  lucen ahora blancas, cortas y muy escasas. Las damas, otrora orgullosas poseedoras de largas cabelleras oscuras y cortísimas faldas multicolores, arribamos al festejo un poco menos garbosas, con cortas cabelleras multicolores y largas faldas o pantalones oscuros.

Cumplíamos 40 años de habernos graduado de Prepa y, por primera vez, tuvimos que recurrir a sendas etiquetas con nuestros nombres escritos, muy grandes para poderlos leer, pegadas en el pecho, como los niños del kínder. Un tronadero de rodillas a la hora de la comunión en la misa de acción de gracias; abrazos, gritos y risas a la salida del templo. Y luego, la foto... ¡acomódense!, gritaba una y otra vez Betty Estrada, principal organizadora del evento desesperada porque algunos no hacían caso... hasta que se dió cuenta de que en realidad no oían, había que subirle el volúmen al aparatito en la oreja, pues.

Salió por fin la foto y salimos todos en estampida al lugar del evento; algunos buscando comida, la mayoría buscando los baños. Una retocadita al pintalabios en el caso de las damas y un intento de reacomodar los invaluables y exiguos cabellos en el caso de los caballeros y a salir con sonrisas de oreja a oreja: reconocer, abrazar, emocionarse, volver a abrazar y sentarse extenuados con el corazón repleto de sentimientos de alegría, de asombro... de nostalgia.

Así, entre chuscas anécdotas de los presentes y reminiscencias a veces tristes de los ausentes, desaparecieron los años, las arrugas y los kilos. Nuestros ojos brillaron igual que en nuestra lejana adolescencia y salimos a bailar al son del Bule Bule y Atras de la Raya con inusitada energía, que duró aproximadamente 40 segundos... después de eso, seguimos bailando con movimietos más acordes a nuestra realidad, pero felices, muy jóvenes de espíritu; eternamente jóvenes.

Fue un gran placer compartir esas horas con personas tan queridas. Fue un gran placer reencontrar almas afines. Coincidimos en aquella escuela nuestra hace 40 años; coincidimos ahora en la aventura de este reencuentro. Todos ganamos en alegría, en recuerdos, en amor. ¡Gracias amigos!

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