Una bocanada de aire

Hoy vi en la tele una entrevista con una actriz joven, muy guapa, que reconocía sin rodeos que su matrimonio recién había terminado debido a que su ex marido la golpeaba sin provocación alguna. Así, lisa y llanamente. Los cabellos de mi nuca se erizaron mientras la escuchaba.

Cuenta que se casó siendo casi una niña, repleta de sueños e ilusiones y vistió a su príncipe con las más hermosas virtudes, el más extraordinario ser  humano. De la mano de su esposo se fue a vivir a un estado del sur de la república (ella es norteña), a disfrutar de su gran historia de amor, misma que a pesar de sus esfuerzos, se fue transformando poco a poco para terminar convertida en una dolorosa historia de terror.

Sin entenderlo por completo todavía, describe su asombro ante las repetidas infidelidades de su marido, su violencia física y sobre todo psicológica. Esa mujer bellísima, de 1.78 m. de estatura perdió por completo su autoestima en manos de aquel patán...se sentía fea e inutil. Tras siete años de tristeza y soledad acompañada, reunió valor, tomó a sus dos hijos y pidió el divorcio.

La que cuenta esta historia es ahora una mujer triunfadora, segura de si misma y sin una huella, cuando menos visible, del calvario que vivió. Con extraordinario valor expone la situación sin llantos, sin quejas, hasta con un poco de sentido del humor. Afirma que al salir de ahí tomó la decisión de ser feliz y lo ha conseguido, su cara, su sonrisa, lo dicen todo.

Esta es, para mi, una luchadora social. ¿Cuántas mujeres de todas las edades y estratos sociales estarán viviendo la misma historia?... muchas, muchísimas más de lo que nos imaginamos. Y en una situación así es muy difícil imaginarse autosufuciente, mucho menos triunfadora, por eso se quedan ahi. Un ejemplo como el de esta actriz puede ser la pequeña luz en el fondo del tunel que les de una esperanza a la cual aferrarse. Sólo se necesita una bocanada de aire para agarrar la fuerza necesaria para salirse.

Pero para exponerse así, públicamente y reconocerse víctima de maltrato, también se requiere mucho valor. A veces, de quien menos esperamos recibimos una lección de vida.

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