La Chechy
Era la Chechy, una niña muy seria, adaptada a su circunstancia muy particular: su espacio, su primera infancia, sus primeros pasos fueron vividos enmedio del trajin que provocaban sus recién nacidos hermanos, enfermizos y demandantes. Los ojos de doña Arminda se anegaban llenos de ternura cuando la veía afanarse en mover su cuna para arrullarse antes de dormir.
En la escuela, puros dieces. Formalísima en sus compromisos y muy puntual. Al crecer se convirtió en una jovencita sumamente hermosa que dejaba babeados a muchos de sus compañeros de escuela, vecinos y amigos, aunque nunca fue muy consciente del revuelo que levantaba. Era casi una niña cuando doña Arminda y don Ray, sus padres, emprendieron su último viaje. Nuevamente le tocó madurar antes de tiempo, adaptarse y apoyar a sus hermanos en el gran dolor de verse de pronto sin los pilares de la familia.
Cuando se enamoró lo hizo en serio... y para siempre. Desde el primer momento le entregó a el Chato, su marido, su corazón y su vida. Ahora, después de casi treinta años, tres hijos y grandes éxitos en su profesión, sigue derramando amor por su compañero, su cómplice. Sigue siendo responsable (forma parte del Consejo de Administración de las empresas familiares) y hasta el mayor de los hermanos reconoce su autoridad moral. Su gran sentido del humor la convierte en una compañía muy agradable. Eso sí....aunque es delgadísima, le falta cintura... ¡algo tengo que decir!!!
Es de esas personas de las que siempre te dejan algo bueno. Es la Chechy... mi hermanita.
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