La Garris

Si te quieres imaginar a la Güera, de seguro te vendrán a la mente, sus ojos azules llenos de chispas y sus risa súper contagiosa. Pocas personas conozco con el espíritu tan positivo; tan fiesteras, argüenderas y animosas. Convive encantada con gente de todas las edades, sobre todo con los jóvenes, empezando con sus tres retoños, que observan sus barbaridades con diversión, tolerancia y disimulada admiración.
Dentro de los siete hijos de doña Nela y don Joaquín Paniagua, la Güera se distinguió por su ingenio y, a veces, también por su genio. En una ocasión, jugando con su hermana, calificó de "garraleta" al entonces novio de ésta, quien también posee un agudo sentido del humor. Esa anécdota se sigue narrando en la familia, en medio de fuertes carcajadas y le ganó, desde ahí, el apodo de "la garris".
A jalones y estirones ha sacado a sus hijos adelante y no recuerdo haberla visto derrumbarse o tirar la toalla. Sus hijos mayores ya rebasaron su estatura, aún cuando ella es muy alta y su única hija mujer, la más pequeña, es un sol de criatura; toda dulzura y amor.
Hace tres años sufrió una de las más grandes pérdidas de su vida: la muerte de Roberto, su hermano mayor, su ídolo. Pero al igual que su mamá, mostró una fortaleza extraordinaria y se ha dado a la tarea de servir de pilar emocional a Martha, su viuda. Juntas han vivido emocionantes experiencias.
Es Sandra, "la Garris", una de las personas que yo más admiro y respeto por su entusiasmo y su temple.

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