Una Historia Extraña
Su madre, una mujer de mirada tenebrosa, justifica su crímen: fue para evitar un terremoto que provocaría el fin del mundo, dice. Y así, en vivo, le arrancó los dos ojos a su hijo de 5 años, cuyos gritos de dolor y de terror alertaron a los vecinos, que impidieron que siguieran masacrando a la criatura. Si había que ofrendar un par de ojos a la deidad que fuera, para evitar ese cataclismo, ¿por qué no ofrecieron los propios?. La vida de Fernandito quedó marcada para siempre, pues aparte de la ceguera total y el derrame de líquido cefalo raquídeo que tuvo al serle arrancado los ojos de manera despiadada (no saben todavía si sufrirá daño cerebral), tendrá que lidiar con el hecho de que su propia madre -una hiena- fue quien le causó esa tortura. ¿Amor maternal? ¡Uff!
Este tipo de fanatismo no es nuevo. Ya los egipcios, 3000 años AC, detallan en sus pirámides los sacrificios humanos que hacían para aplacar a sus Dioses, en China, India y en general, en todas las culturas del planeta, era práctica común tomar las vidas ajenas en la búsqueda de favores divinos. Y ni hablar de nuestros antepasados, Aztecas, Olmecas, Mayas, de cuya cultura nos sentimos orgullosos... los españoles al llegar, se horrorizaron ante el derramamiento de sangre ofrecida a Dioses inclementes. Mientras, el resto de Europa veía también horrorizado, el actuar de la "Santa Inquisición Española", que hizo de la tortura un refinado arte. Crímenes horrendos en nombre de Dios, ¿puede haber una mayor incongruencia?
Pero al igual que los españoles se escandalizaban por los sacrificios humanos de los indígenas y al mismo tiempo, con fervorosa religiosidad instituían los tribunales de la Inquisición, para sacrificar a otros humanos con lujo de saña, así muchos de nosotros, en la actualidad, condenamos con pía indignación tantos actos de barbarie que se dan día a día en nuestro propio entorno y al mismo tiempo, caemos en el peor de los crímenes: la indiferencia, la inacción, la pasividad ante estos hechos. Los dejamos pasar, mientras no nos toquen a nosotros....
Creo que no existen verdades absolutas; nadie es totalmente bueno, ni totalmente malo, hay matices. El fanatismo llega cuando se deposita en una persona una fe incondicional y se le considera la personificación de Dios. Así, si este sujeto dice: arrancale los ojos a tu hijo, pues se hace ya que es un mandato divino. Y los demás, nos horrorizamos y cerramos los ojos. Tampoco volteamos a ver nuestro propio fanatismo, tal vez en menor escala, pero fanatismo al fin. Es una historia impactante, pero no es, para nada, una historia extraña.
Este tipo de fanatismo no es nuevo. Ya los egipcios, 3000 años AC, detallan en sus pirámides los sacrificios humanos que hacían para aplacar a sus Dioses, en China, India y en general, en todas las culturas del planeta, era práctica común tomar las vidas ajenas en la búsqueda de favores divinos. Y ni hablar de nuestros antepasados, Aztecas, Olmecas, Mayas, de cuya cultura nos sentimos orgullosos... los españoles al llegar, se horrorizaron ante el derramamiento de sangre ofrecida a Dioses inclementes. Mientras, el resto de Europa veía también horrorizado, el actuar de la "Santa Inquisición Española", que hizo de la tortura un refinado arte. Crímenes horrendos en nombre de Dios, ¿puede haber una mayor incongruencia?
Pero al igual que los españoles se escandalizaban por los sacrificios humanos de los indígenas y al mismo tiempo, con fervorosa religiosidad instituían los tribunales de la Inquisición, para sacrificar a otros humanos con lujo de saña, así muchos de nosotros, en la actualidad, condenamos con pía indignación tantos actos de barbarie que se dan día a día en nuestro propio entorno y al mismo tiempo, caemos en el peor de los crímenes: la indiferencia, la inacción, la pasividad ante estos hechos. Los dejamos pasar, mientras no nos toquen a nosotros....
Creo que no existen verdades absolutas; nadie es totalmente bueno, ni totalmente malo, hay matices. El fanatismo llega cuando se deposita en una persona una fe incondicional y se le considera la personificación de Dios. Así, si este sujeto dice: arrancale los ojos a tu hijo, pues se hace ya que es un mandato divino. Y los demás, nos horrorizamos y cerramos los ojos. Tampoco volteamos a ver nuestro propio fanatismo, tal vez en menor escala, pero fanatismo al fin. Es una historia impactante, pero no es, para nada, una historia extraña.
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